Cuando por fin consiguió regresar a casa con su mujer, ella que le creia muerto
Treinta siglos más tarde de que fueran escritas, las desventuras de Ulises siguen siendo una metáfora de las dificultades y la zozobra que viven muchas personas inmigrantes. Es el relato de lo dura que puede ser la estancia fuera y lo doloroso de un regreso cuando todo ha cambiado.
Si la confusión de las personas desarraigadas alcanza grados muy altos podemos decir que padecen el síndrome de Ulises.
Según el psicólogo Álvaro Zuleta, “el síndrome de Ulises es un estado de indefinición y de angustia mediante el cual el individuo no logra establecer exactamente en qué lugar se encuentra, si está en su país de origen o en el país de acogida”. Se trata de un trauma psicológico “que impide tomar decisiones de futuro y que imposibilita la ubicación real en el sitio al que se ha llegado”.
Zuleta pertenece a ACULCO, la Asociación Sociocultural y de Cooperación al Desarrollo por Colombia e Iberoamérica. Su objetivo es luchar por la integración y contra el síndrome de Ulises. La organización trabaja en Madrid, Londres y Bogotá y sus puertas están abiertas a cualquier inmigrante independientemente de su nacionalidad.
Los nuevos Ulises
Olga Echeverri nació en Colombia y ahora reside en España. Ella define con estas palabras el síndrome que sufren muchas personas como ella: “Queremos vivir aquí pero añoramos allá. Es la incertidumbre de no saber dónde estaremos mejor”.
Hace casi cuatro años que viajó a España no por razones económicas, sino en una visita cultural. Decidió quedarse, sorprendida con la cultura del país. Así comenzó su aventura: obtener documentos, encontrar empleo y una vivienda.
Desde entonces ha sufrido depresión, ansiedad y bajos estados de ánimo debido a la soledad y a la añoranza. Por eso decidió acudir a ACULCO: “Me aconsejaron que tratara de priorizar. Si lo primero para mí eran mis afectos, lo mejor era que me volviera a mi país. Si valoraba otras oportunidades, como la de viajar y conocer, que me quedara al menos un tiempo”.
“Los afectos son lo que uno más extraña”, confiesa. Esta profesional de la gerontología ahora se dedica al cuidado de niños: “Ahí he volcado todas mis carencias afectivas y he encontrado una maravillosa existencia”. En su opinión, el mejor consejo es no estancarse entre los dos países: “Hay que tratar de vivir el presente, disfrutar de lo que se tiene entre manos”.
Rasgos del síndrome
El síndrome de Ulises, como las migraciones, ha existido durante toda la historia de la Humanidad. Cada persona lo sufre en un diferente grado y lo supera de manera individual.
“La gente viene con un nivel de sueños elevadísimo”, explica Zuleta. En su opinión, los medios de comunicación transmiten una visión llamativa sobre los países ricos y quienes inmigran descubren más tarde la explotación, los abusos, la soledad y la marginación.
Otra característica del síndrome es rechazar los cambios ocurridos en el país de origen cuando se regresa: “Hemos tenido el caso de un marido que no puede aceptar que su mujer haya encontrado a otro mientras él se encontraba lejos”.
La actitud del inmigrante en el país de destino también puede ser muy desigual. Hay quienes reniegan de su historia anterior y cambian radicalmente intentando camuflarse en la nueva realidad. Sin embargo, la mayoría viven el proceso opuesto: exageran sus rasgos nacionales e ignoran las costumbres autóctonas.
Olga lo confirma: “Cuando uno llega al país trata de rodearse de las mismas cosas que tenía allí. Se siente cobijado por la gente de su misma patria”.
Tratamiento
La consecuencia más grave del síndrome es la soledad: “Es muy angustiosa –describe Zuleta- porque no encuentran canales de comunicación con la sociedad de acogida”. Para atender estos casos, ACULCO organiza talleres de autoestima, apoyo psicológico y en los peores casos se deriva a profesionales.
Este psicólogo también cree que la solución también pasa por promulgar buenas políticas de integración. En su opinión, la intervención cultural suele reducirse simplemente a encuentros gastronómicos y de danzas del mundo: “Hay que superar la parte folclórica y darse cuenta de que los países son otra cosa”.
Para él, en Europa se concibe al inmigrante sólo como trabajador: “Se ha creado un nuevo ejército de esclavos modernos”. Esa obsesión también es asumida por ellos mismos, quienes a veces piensan que no merecen vacaciones, ocio, participar en política o en organizaciones o vivir actividades culturales.
Los ciudadanos autóctonos pueden también ayudar apoyando el proceso del inmigrante: “Elevando su autoestima mediante el diálogo las relaciones de amistad y el afecto”. Para Zuleta, la clave está en “entender que el que viene de fuera percibe la realidad de una manera muy diferente de la que la percibe alguien que no ha salido de su país”.
De igual manera, las personas inmigrantes también deben dar pasos de acercamiento para integrarse en la sociedad de acogida.
creo que es demasiado extenso y con pocas imágenes pero esta bien
ResponderEliminarpor José Alfonso
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe parecee muy interesante esta entrada porque la mitologia me gusta mucho son muy curiosas las historias que cuenta Ulises en su viaje.
ResponderEliminarPor Estefania